Desde 1994 la Organización Mundial de la Salud conmemora el 21 de septiembre como el Día Mundial del Alzheimer. Este día fue promovido por Alzheimer´s Disease International (ADI) y en España le corresponde a la Confederación Española de Alzheimer (CEAFA) organizar las campañas de sensibilización en todo el país que ayuden a concienciar y sensibilizar sobre esta patología.
Este año el lema elegido es “InvestigAcción”, y con él CEAFA quiere plantear no solo la importancia de investigar para conseguir los mejores avances en el conocimiento de las demencias, sino también resaltar la relevancia que tienen las investigaciones sociosanitarias, que suponen otro tipo de investigación basada también en principios científicos y que persiguen conocer la situación en la que viven las personas que tienen esta enfermedad para poder así plantear opciones de tratamiento validadas, así como soluciones y propuestas que mejoren su calidad de vida y la de las personas cuidadoras.
Las estimaciones hablan de que la demencia será el trastorno con mayor prevalencia debido al envejecimiento de la población y el aumento progresivo de personas mayores. Según datos del Instituto Nacional de Estadística, la previsión a largo plazo indica que en España habrá más de 15 millones de personas mayores en 2049 y de ellas, se estima que una gran cantidad esté afectada por demencia.
Aunque cada enfermo desarrolla los síntomas a un ritmo distinto y dependiendo de factores diversos, la mayoría de las personas afectadas por la enfermedad suele pasar por tres fases: en una primera predominan los primeros síntomas cognitivos y la ausencia de conciencia de enfermedad, y se acompaña de alteraciones de la personalidad, pero manteniendo un funcionamiento aceptable a nivel cotidiano. En una segunda fase se produce la progresiva pérdida de funciones cognitivas y la necesidad de un mayor apoyo y cuidado por parte del entorno y los Servicios Sociales. Finalmente, la dependencia total aparecerá en la última fase, con aparición de complicaciones médicas y por tanto la necesidad de permanecer encamada en las etapas más tardías.
En el día de hoy hablamos concretamente de la enfermedad de Alzheimer, que es un trastorno neurocognitivo cuyo órgano diana es el cerebro, el cual se va deteriorando de forma compleja y progresiva, sin que exista en la actualidad un tratamiento totalmente eficaz que pueda curarla. La enfermedad puede también conllevar problemas funcionales, conductuales y sociales y en todas las fases de la enfermedad, y la psicología tiene un papel importante tanto en el desarrollo de terapias de tratamiento para los pacientes como en el apoyo y orientación de sus cuidadores/as.
Los y las profesionales de la Psicología intervenimos en la primera fase principalmente en el ámbito de la investigación, aportando claves para el desarrollo de programas de intervención que potencien las capacidades cognitivas que se van deteriorando y prevengan la aparición de problemas conductuales. También intervenimos en Asociaciones y colectivos de apoyo a familiares de personas con demencia. En estos dispositivos, se crean grupos de apoyo psicoterapéutico y psicoeducativos, que trabajan aspectos de la enfermedad así como la mejora del conocimiento general sobre la misma que ayude en el correcto afrontamiento. Existen también profesionales de la psicología en dispositivos como las Unidades de Estancias Diurnas, en los que desarrollan de forma coordinada con otros profesionales los programas de estimulación cognitiva, y cuya valoración neuropsicológica resulta crucial para el buen ajuste de las terapias a las necesidades de cada usuario. También desarrollan intervenciones terapéuticas con familiares y a nivel de equipo, realizan la formación continua del personal de atención directa.
En otro nivel asistencial se encuentran los y las psicólogos/as que trabajan en las residencias, cuyas funciones van desde la valoración psicológica integral, la realización de los Planes Individualizados de Atención Personalizada desde la dimensión psicológica, su puesta en común con el resto de profesionales o la realización de terapias cognitivas y conductuales que ayuden a retrasar el mayor tiempo posible el deterioro cognitivo sufrido. Sin embargo, en este contexto una de las funciones más interesantes para nosotras es la de la terapia de conducta, adaptada al contexto residencial. De esta forma, una adecuada coordinación con el equipo médico del centro y con el personal de atención directa, hace posible la prevención, evaluación y tratamiento de los síntomas conductuales que aparecen en el desarrollo de la enfermedad y que son la causa del mayor estrés que sufren las familias. Igualmente, el apoyo y orientación a las familias durante el proceso de adaptación al centro es una de las funciones que más realizamos en estos contextos.
No cabe duda de que el sector de las personas mayores sigue siendo uno en el que resulta más necesaria la intervención de los y las profesionales de la Psicología, ya que podemos aportar tanto a pacientes como a familiares y cuidadores/as las pautas y medidas que ayuden a mejorar su calidad de vida general y que potencien las capacidades que irremediablemente se están deteriorando. Sin embargo, nuestro papel también alivia el sufrimiento de los familiares ya que un mejor control de los síntomas cognitivos y sobretodo conductuales, prevendrá situaciones de estrés que limitan la capacidad de cuidado y respuesta a las necesidades de estas personas.
Jesús Escobar Real.
Psicólogo General Sanitario.
Miembro de la Junta de Gobierno del COPCLM.
Col. Nº CM1435