Ayer, 26 de julio, se celebraba Santa Ana y San Joaquín, onomástica que se ha asociado en los últimos años a las personas mayores y su importante papel en la sociedad y en el núcleo de la familia. Es por ello que también se considera el 26 de julio como día de los abuelos.
Las personas mayores han sido consideradas en todas las sociedades como fuente de sabiduría y soporte principal de muchas familias, asumiendo responsabilidades y roles diferentes y adaptados en diferentes momentos, como puede ser el cuidado de nietos mientras los padres trabajan o ser ayuda y soporte emocional a toda la familia. Siempre se cuenta con el saber y la experiencia vital de las personas mayores en la toma de decisiones vitales o se recurre a su consejo cuando vemos peligrar la estabilidad familiar.
Es importante fuente de apoyo social para los nietos, pues muchos de ellos tienen y demuestran un grado de confianza mayor con sus abuelos y abuelas que con sus propios progenitores a la hora de pedir consejo, contar experiencias o solicitar apoyo emocional.
Sin embargo, el hecho de que tengan mayor experiencia vital o que hayan vivido situaciones vitales en las que hayan tenido que poner en marcha estrategias de afrontamiento muy centradas en los problemas, no significa que las personas mayores no sean vulnerables a padecer situaciones de estrés y malestar emocional, precisamente derivadas de estas responsabilidades que se les van asignando, especialmente en una etapa de la vida que se debería caracterizar por el descanso de la etapa laboral y el desarrollo y potenciación de capacidades personales y la promoción del envejecimiento exitoso.
Igualmente, los riesgos de trastornos mentales, entre ellos la demencia, tienen mayor impacto en una parte de la población mayor, por lo que las estrategias preventivas juegan un papel fundamental.
Sabemos que en el año 2019 las personas mayores suponían un 19, 1% de la población española, y que de ellas, el 6,1% tenían más de 80 años. Además, las estimaciones hablan de que en 2050 al menos uno de cada cuatro españoles tenga más de 65 años. Es imposible pensar que esa cantidad de personas no pueda sufrir en algún momento de esa etapa vital un problema de salud mental ni que la cronicidad de sus patologías previas, en caso de padecerlas, no empeoren en esta franja de edad.
No podemos dejar de lado el papel de las cuidadoras familiares, muchas veces olvidado y que supone la fuente más importante de apoyo informal a las personas mayores en situación de dependencia. Muchas de ellas se encuentran en proceso de envejecimiento al igual que todos nosotros y tienen que compatibilizar la responsabilidad del cuidado de sus padres con el cuidado de sus nietos, y en algunos casos con responsabilidades laborales.
Por todo lo anteriormente expuesto, reivindicamos en este día el importante valor que tiene la Psicología del Envejecimiento, como disciplina o área de la psicología que estudia los aspectos de la cognición, las emociones y las conductas que influyen en el desarrollo durante esta etapa de la vida. En esta disciplina se estudian los cambios orgánicos y perceptivos asociados al proceso de envejecimiento, el envejecimiento cognitivo (inteligencia, memoria,…), el desarrollo personal y social durante el envejecimiento, los aspectos psicológicos asociados a la jubilación, así como los programas e intervenciones dirigidas a su planificación y adaptación, la sexualidad, la depresión y aspectos más concretos como los cuidados paliativos, los malos tratos a personas mayores y los síndromes específicos de este grupo poblacional.
Jesús Escobar Real
Psicólogo y miembro de la Junta de Gobierno del COPCLM.
Col. Nº 1435