A Propósito D… 5 de noviembre, Día internacional de las personas cuidadoras

En primer lugar, me gustaría aprovechar esta ocasión para reconocer la importantísima labor de todas aquellas personas que dedican parte de su vida a cuidar a otras personas que lo necesitan.

Si lo pensamos, de alguna manera todos hemos sido cuidadores y cuidados en algún momento de nuestra vida. Desde que llegamos al mundo, recibimos la atención y los cuidados de nuestros padres, más tarde en las guarderías y en los colegios otras personas se dedicaron a nuestro cuidado y a nuestro desarrollo intelectual y social, cuando somos adultos también tenemos quienes velan por nuestra seguridad y por nuestra salud, profesionales con una formación específica que dedican gran parte de su tiempo a nuestro cuidado como parte de su trabajo. Y al mismo tiempo, nosotros también cuidamos de nuestros hijos, nuestras parejas o de nuestros padres.

En la actualidad, gracias al desarrollo científico, disponemos de recursos que nos permiten alargar nuestra esperanza de vida y la de nuestros mayores hasta más allá de los ochenta años. Esta longevidad supone un reto social y al mismo tiempo la oportunidad de conseguir que les ofrezcamos los cuidados necesarios para que esa vida merezca la pena vivirla, disfrutándola, disfrutando de la suficiente calidad de vida, con la que las personas mayores no solo estén atendidas en sus necesidades básicas, sino que puedan satisfacer sus necesidades afectivas, emocionales y sociales, así como gran parte de sus deseos.

En muchas de nuestras familias contamos con personas con diferentes grados de dependencia, bien con discapacidades físicas, intelectuales, procesos degenerativos, con demencias como la enfermedad de Alzheimer, cáncer, fibromialgia o bien con alguna otra enfermedad, algunas de ellas crónicas, que requieren de diferentes cuidados, especialmente en relación con las actividades de la vida diaria (AVD), pero ¿Quién se ocupa de realizar estos cuidados? A menudo estas personas son atendidas por algún miembro de la familia, principalmente mujeres: madres, esposas o hijas, especialmente en el entorno rural, quienes sacrifican gran parte de su tiempo y de sus objetivos personales para atender a sus seres queridos, a veces por voluntad propia, otras veces por obligación.

Para una persona cuidadora familiar, que posiblemente no cuente con formación específica en cuidados personales, sin ayuda o sin la capacidad física necesaria, la tarea de cuidador principal puede suponer una sobrecarga que puede afectar a su propio bienestar. La persona cuidadora principal puede sentirse responsable de la recuperación y del cuidado de su familiar, hasta el punto de abandonar aspectos importantes de su vida y de su cuidado personal.

De esta manera las personas cuidadoras pueden sentir en algún momento que les faltan recursos para atender adecuadamente a la persona dependiente, esto se suma a que a veces las personas cuidadas proyectan su malestar hacia quien les cuida de manera injusta y desagradecida, reduciendo así la motivación de las personas cuidadoras. Estas también pueden ver que no hay mejoría pese a todo su esfuerzo, como en muchos casos de daño cerebral o en enfermedades graves o crónicas, sintiendo una profunda frustración, tristeza y desesperanza, que les puede llevar a desarrollar un estado depresivo, dificultando así que puedan continuar con la realización de los cuidados.

Para estos casos existen diferentes tipos de ayudas con las que pueden contar, pero en primer lugar se debe destacar la importancia del autocuidado de la persona cuidadora, ya que, si esta no está bien no va a poder cuidar bien de la persona dependiente. También puede contar con la ayuda pública o privada de cuidadores y cuidadoras profesionales, bien en su propia casa, en algún centro de día o con un ingreso residencial, si fuese necesario. No debe sentirse culpable por dejar el cuidado en manos de profesionales, sino todo lo contrario.

A veces nuestros familiares dependientes no nos sobreviven, en ese caso nos pueden aflorar diferentes sentimientos y pensamientos autocríticos, podemos pensar si hemos hecho lo suficiente por nuestro ser querido, podemos sentir tristeza, pasando por las diferentes fases del duelo, hasta podemos alegrarnos de que deje de sufrir, incluso podemos sentir cierto alivio.

En cualquiera de estos momentos la presencia del psicólogo puede ser de gran ayuda para la persona cuidadora, de manera preventiva para enseñarle a cuidarse y a gestionar sus emociones, pensamientos y conductas disfuncionales durante todo el proceso, evitando la sobrecarga, así como para poder gestionar el duelo de las posibles pérdidas sufridas.

Si eres una persona cuidadora recuerda que no estás sola.

Cuida tu salud psicológica.

Víctor Manuel Aragón Navarro.
Psicólogo y miembro de la Junta de Gobierno del COPCLM.
Col. Nº CM02316

2023-06-02 XV Jornada Regional Psicología y Sociedad (25)
GALERÍA FOTOGRÁFICA
GALERÍA FOTOGRÁFICA
banner-division-clinica
banner-division-juridica
banner-division-educativa
banner-division-social
banner-division-PTORH
banner-division-deporte
previous arrow
next arrow